Nacía de mi corazón y moría entre mis labios
Se desvanecía entre las sábanas de mis mojados sueños...
Pero hoy, contigo, tengo la pasión de mi poema hecho vida...
Inundando por completo todo mi ser...
Avasallando mi entendimiento
Y sometiéndome irreverentemente a tu querer...
He dejado de comprarle quimeras al viento
Porque a tu lado no necesito de otro invento...
Vivo en un rinconcito especial a la izquierda de tu pecho
Y es el nidito más cómodo que ha encontrado mi aventurera avecilla,
Tanto que ya no quiero alzar, de nuevo, el vuelo...
El misticismo mágico del cielo, en tu mirada, lo tengo...
No me falta el aire, lo respiro de tu aliento...
La dulzura del amargo mundo la saboreé en tus besos
Entre tus brazos me cobijé del frío...
Me consumiste ardientemente con tu fuego...
Mientras, de tu mano, crucé la barrera que no cruzan las niñas...
Y -en la más clara de las noches- nacer el sol, vimos...
El sonido de una alarma no nos puso freno...
Estrepitosamente continuamos rumbo al limbo...
Ni fuerza humana ni divina reprimían el deseo...
El manantial del desierto fenecido ha surgido desde el suelo,
Y el poema que vivimos no fue escrito por Vallejo...
Es el fruto prodigioso de un furtivo anhelo...
Pintaste el gris de mi existencia con el color de tu sonrisa,
Renovando con tu luz mi mundo viejo...
Con dorados hilos he tejido un secreto
Para regalártelo en el fantástico momento
En que tu vida y la mía sean Santísimo Sacramento...
Caben en las palmas de tus manos todos mis suspiros,
Dejando en ellas marcadas huellas caladas con los gritos
Que se hacían más penetrantes que afilados colmillos...
Entre tanto, la vida nos tiembla, relampagueando chispas y cenizas
Que van acompasadas reconstruyendo un mito
Y haciendo huelga ante un eterno gemido
Estremeciendo cada fibra de mi alma en vilo
Y creando la pureza que cuatro veces destruimos...
© Rossibel Ipanaqué Madrid
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